Pero, aquella semana, sin saberlo muy bien, había esta paseando por pensamientos anteriores, aun teniendo muy claro el camino que quería seguir, por lo que no les dio más importancia… o eso creía… hasta esa noche.
Miradas de complicidad por la tarde y unas copas de más al caer la noche. Sonaba su canción. Lentamente pasó el brazo por detrás de su cuello, susurró unas palabras muy conocidas para los dos pero que ella no llego a entender del todo dadas las circunstancias, decían algo así como “no son asuntos serios, pero el show debe continuar”, fue entonces cuando posó fijamente su mirada en ella y la besó con pasión.
El roce de sus labios por un instante le hizo evocar todo lo que había tratado de enterrar en el rincón más profundo de su ser en vano. No podía volver. Se negaba a echar por tierra todo lo que había conseguido alejar de su mente. Sabía que el show no podía continuar, esta vez no sería su canción.
Un caos de sensaciones apareció en su mente cuando se percató de que una silueta los observaba; apenas fue capaz de presenciar la escena unos segundos antes de salir a toda prisa a la calle. Una mezcla de orgullo y cobardía recorrió su ser, ambos sentimientos luchaban en su mente. En ese momento comprendió a la orgullosa reina del silencio. Ahora sabía que no estaba muriendo aislada mientras esperaba que aquel al que había perdido regresara a por ella. Ahora sabía que ella misma ocuparía el lugar de la reina del silencio y, si no quería pasar su vida esperando, debía encontrarla.
Retiró aquellos pensamientos de su cabeza a la fuerza, se puso el abrigo y salió a la calle de camino a casa. Fue a sacar los guantes del bolsillo del pantalón cuando notó algo rígido en el interior, era un sobre; en la parte delantera podía leerse:
“Llámame cobarde,
pues de los cobardes soy capitán.
Me oculto en la niebla,
pero sé que en ti puedo confiar”
//… вυrιed alιve